Había que contarlo

domingo, octubre 29, 2006

En realidad el principal motivo que nos impulsó a escribir sobre nuestros paseos en bici fue la leche que se dio Andrés en la puerta de su casa el día que estrenaba los pedales automáticos. Que risas.

Iba bien el hombre, tenia buena pinta el día de estreno, se cantaba el triunfo... pero la vida es así. En cuanto te confías te cae la colleja. Estábamos parando para despedirnos hasta la siguiente salida y se le engancharon los pedales. 70 kilos o así de peso muerto (no estoy documentado ni tengo experiencia alguna en pesar a la gente a ojo, pero es que esto de los blogs le da a uno licencia de escribir lo que le venga en gana para que el mundo lo lea) sueltos de golpe sobre el duro asfalto. Decía de peso muerto porque cuando se te enganchan los pedales, con el culo bien acomodao en el asiento de la bici, no hay movimientos felinos que valgan. Uno cae como cae un chuletón de ternera recién sacado del frigorífico. Pues eso, que risas.

Las manos se le quedaron un poco doloridas y tal, pero el golpe fuerte se lo dio en el orgullo. Una pena que no hayamos echado una foto para que el mundo tuviera una mejor visión del momento, pero bueno, las siguientes historias que publiquemos seguro que tendrán abundante material multi-media.

En defensa de Andrés he también de apuntar que no es el único hábil del equipo. Todo esto de las enganchadas con los automáticos y las caídas libres tuvo su origen en Ángel. Este si que se dio bien de hostias el solito. Esperemos que los demás no sigamos el mismo camino, eh Andrés?

Termino diciendo que en una o dos semanas pueden ustedes esperar una historia similar sobre un servidor, que también estrené pedales automáticos y la verdad no me explico como no caí en la primera salida. Poco me faltará. Además, después de ir por ahí contando las intimidades del equipo, la tendré bien merecida.

Ah!, y dejo que la historia de la cuesta Arróniz la cuente otro, que seguro que le pone más gracia que yo.

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